experiencias de parto en casa


Relato: El Parto de May, el nacimiento de Alex


Al final fue un niño. Se llama Alex y nació el 18 de marzo,
en un parto corto pero super intenso en casa.
El día 15 tuve mis primeros monitores en el hospital. El corazón del
bebé bien. No se movía mucho, pero es que por la mañana nunca lo
hacía, y la matrona me dio un zumo con dos azucarillos que me tomé por
no discutir tan pronto. Se movió y se quedó tranquila, me dijo que el
bebé estaba muy bien y que pasara a la consulta de al lado para la
ecografía.
Pasé y le dije a la gine que no me dijera el sexo si lo veía, y me
dijo que el sexo no lo veía pero que por las medidas era un bebé muy
pequeño, que parecía que no se estaba nutriendo adecuadamente, pero
que iba a hacer un doppler para verificar si el riego sanguíneo era
correcto. Lo era, y me dijo que todos los órganos estaban
correctamente oxigenados y perfectos, pero que los nutrientes no
estaban llegando porque la eco daba un peso estimado de 2'600 kg. Era
un percentil 3-5 y al estar ya de 40+5 me recomendaba inducir. Le dije
que no, que si el bebé estaba bien prefería esperar, y entonces me
dijo que el bebé no estaba bien. Que estaba muy bajo de peso y no
estaba correctamente nutrido. Me fui de allí con mi informe, donde
ponía que me había negado a inducir y que comprendía que aumentaba el
riesgo de muerte fetal, toma ya, en fin...

Llamé a Graciela, que me iba a atender en casa, y me dijo que tanto
oxígeno como nutrientes iban por el mismo torrente sanguíneo, y que no
podía ser que no le llegaran los nutrientes si el doppler estaba bien,
que tranquila, que simplemente yo hago bebés pequeños y punto, que
hiciera lo que creyera que tenía que hacer. Me habían citado para
monitores tres días más tarde, el 18. En los dos días del medio me
dediqué a comparar fechas, medidas y datos de las ecografías de mi
hija mayor y del pequeño, era todo idéntico, y Luna nació a las 41+3
con 2'800 kg de peso. Todo iba bien.

El día 18 me levanté y noté que perdía líquido. Era claro. Luna estaba
conmigo en el baño cuando le expliqué que iba a nacer el hermanito y
se puso a saltar de contenta. Me puse una compresa y me fui a
monitores esperando que no fuera evidente la rotura de la bolsa.

Llegué otra vez al hospital y otra vez monitores. Todo bien. La
matrona empezó a prepararme otro zumo cargadísimo de azúcar y le dije
que el día anterior me había sentado fatal, que llevaba bombones en el
bolso. Llamó a la gine, que era la misma que el día anterior y le
preguntó si al estar ya de 41 semanas me daba el zumo o me comía un
bombón, por si me quedaba ingresada para la inducción, y me miró y se
debió acordar de mí porque dijo: "No se va a quedar ingresada, que
haga lo que quiera". En lugar de sentarme mal me sentí super bien,
porque había sido convincente y me sentía segura de mí misma.
Me comí el bombón y el bebé empezó a moverse, los monitores todo bien.
Me dijo la matrona que al estar de 41 semanas me iba a explorar a ver
cómo iba todo y le dije que "No, gracias". Me dijo que entonces si quería me hacían la
eco, eso sí. Pasé, me la hizo y el resultado fue el mismo que tres
días antes, todo perfecto pero bajo peso y recomendación de quedarme
para inducción.
Esta vez la gine estuvo super amable, me explicó el protocolo del
hospital para estos casos, me dijo que esperaban hasta la 42 con
controles cada 48 horas. Me pareció bien y quedamos en que el sábado
me pasaría por urgencias para otro control, aunque yo ya sabía que no
llegaba, porque sentía como seguía saliendo líquido.

Llegué a casa y llamé a Graciela, estaba comiendo con Juanjo y María. Les dije que había
roto la bolsa y se pusieron contentísimos. En cuanto terminaron de
comer subieron para la consulta semanal y estuvimos charlando un rato,
y escuchando al bebé. Todo perfecto, seguía perdiendo líquido y tenía
unas ligeras molestias. Juanjo me dijo que
seguramente ya estaría de 2-3 centímetros y cuello medio borrado.
Simplemente hablando con él adivinaba cuando tenía una contracción,
aunque eran muy poco molestas y yo pensaba que las disimulaba bastante
bien.
Nos despedimos sabiendo que nos veríamos esa noche. María me dijo que
el bebé nacería el día del padre y yo le dije que no me hacía mucha
gracia, que prefería un día sólo para él y entonces me dijo que podía
nacer esa misma noche a las 23:30 h. Me encantó la idea y le dije que
ojalá, porque así sería más corto.

Cuando se fueron llegó mi cuñada, iba a estar en el parto y le dije
que ya no se iba, que estaba con contracciones. Mi madre, que también
iba a estar, se fue a su casa a ducharse y comprar unas cosas que me
faltaban.
Mi cuñada se bajó al parque con Luna a eso de las 6 de la tarde. Yo
tenía contracciones molestas, pero totalmente llevaderas. Me puse a
limpiar el baño, vaya momento que tuvo para aparecer el síndrome del
nido. Luego me llamó mi mejor amiga y estuve hablando con ella una
media hora sentada en la pelota, tenía que dejar de hablar con las
contracciones pero no eran muy dolorosas todavía. Ella alucinaba de
estar hablando conmigo mientras empezaba mi parto. Colgué y puse velas
y música.


A eso de las 8 llegaron mis padres y estuve sentada en el sofá
hablando con mi padre. Aún no eran fuertes las contracciones, y ni
siquiera estaba controlando el tiempo. Mi padre se fue y mi madre se
quedó.
A las 9 las contracciones eran frecuentes, aunque no sabía cada
cuanto. Josemi llamó a Graciela para informarla, pero al
final me puse yo al teléfono. Le conté que tenía contracciones cada 8
minutos (por decirle algo) pero que duraban menos de
medio minutos y no eran muy dolorosas, las llevaba bien. Quedamos en
que la volveríamos a llamar a las 10. Entonces decidimos controlar los
tiempos.
Yo arrodillada en el suelo, inclinada hacia adelante apoyada en la
mesa pequeña del salón. Josemi detrás de mí presionando mis riñones.
Mi madre controlando tiempos cuando yo la avisaba, guiándose por el
marcador del partido de fútbol que estaban echando en la tele.
Las contracciones eran regulares, cada 3 minutos y duraban unos 45
segundos. Aguanté hasta las 9 y 20 y volvimos a llamar a Graciela, que
dijo que salía para mi casa.

Entre contracciones yo estaba tan fresca, incluso me parecía largo el
tiempo y decidí subir a mi habitación a colgar un pañuelo en la pared
que compré cuando supe que estaba embarazada, pensando en el parto, y
era lo único que faltaba por preparar.
Lo colgaron Josemi y mi cuñada, y yo ya tuve 2 contracciones muy
fuertes de pie en la puerta del baño de mi habitación.
En cuanto terminaron de colgar el pañuelo nos metimos Josemi y yo en
el baño, las contracciones eran muy seguidas y fuertes, aunque a mí
aún me parecían soportables. Él estaba apoyado en la pared y yo
abrazada a él. Me colgaba de él en las contracciones y entre ellas
descansaba sentada en el váter. Me entraron ganas de hacer caca y
pensé que quizá no era caca, pero estaba tan bien que no pensaba que
fuera ya el bebé. Y no, no era, hice caca y seguimos soportando
contracciones. Me quedé sólo con una camiseta de tirantes, me sobraba
todo.

Llegó un mensaje de Graciela diciendo que estaba en un atasco, me puse
de los nervios y pensé que se me pararía todo, pero no, las
contracciones cada vez eran más intensas.
A las 22:15 al final llegó Graciela, silenciosamente entró en el baño
y me acarició la pierna. Controló al bebé, todo perfecto. Yo estaba
bastante "consciente", esperando la aparición del planeta parto que no
llegaba. Estaba pendiente de donde se oía el latido, a
ver cómo iba bajando el bebé. La luz del baño estaba encendida y
Graciela me preguntó si prefería luz más tenue pero yo estaba bien
así. Todo eso me hacía pensar que aún faltaba mucho.
Las tres siguientes contracciones fueron bastante más fuertes. Josemi
estaba sentado en el borde de la bañera y yo de rodillas en el suelo
inclinada hacia delante y apoyada en sus piernas. Durante las
contracciones me aguantaba y me daba masajes en el sacro, recuerdo lo
bien que me sentaba el calor de su mano, me aliviaba un montón. Sentía
ganas de empujar, pero estaba muy entera y pensaba que aún no estaría dilatada del todo.
Graciela me dijo que hiciera lo que me pidiera el cuerpo, empujar
fuerte o flojito, lo que quisiera.
En algún momento llegó Juanjo también a casa, y subió al baño, seguido
por mi madre que en la planta de abajo se estaba poniendo de los
nervios. Mi hija también, y mi cuñada se la bajó a la calle a las
22:30 para que no me oyera, porque por lo visto mis gritos eran
espectaculares. Yo recuerdo gritar, y en las últimas contracciones
gruñir mientras empujaba.
Empujé más y noté que me aliviaba, así que seguí.Le pregunté a
Graciela cuánto pensaba que me quedaba, que si unas 6 horas, y me dijo
que ni de coña, que como mucho una hora. Le pregunté de cuanto estaría
dilatada y me dijo que pensaba que completa pero que me podía explorar
si quería en la posición en la que estaba. Le dije que sí y lo
intentó, pero no aguanté ni dos segundos.

Me dijo que por lo poco que había notado estaba en completa.
En la siguiente contracción empujé fuerte y empezó a salir la cabeza,
colocaron toallas y empapadores debajo de mí y me dijo Graciela que me
avisaría cuando saliera la frente para que me relajara y no me
desgarrase, pero creo que no le hice ni caso. Salió la cabeza y al
medio minuto en la contracción siguiente el cuerpo de Alex. Se quedó
tumbado en el empapador y me dijeron que lo cogiera. Me incorporé y lo
cogí, nadie lo tocó antes. No me acordé de mirar si era niño o niña,
lo abracé y tapé con una toalla. Recuerdo que oí a Josemi decir: "Es
un niño", pero hasta pasar 10 minutos o así no caí y lo miré.
Efectivamente, era un niño, nos miramos y decidimos que se llamaba
Alex.
Me levanté y al girarme lo primero que vi fue a mi madre tirada en el
pasillo llorando emocionadísima, aliviada también porque todo hubiera
terminado. Pregunté la hora, eran las 11 de la noche. Todos celebramos
que aún no fuera el día del padre.

Me ayudaron a tumbarme en la cama con Alex. No hubo manera de que se
enganchara al pecho. Le tuve una hora encima piel con piel y el tío
estuvo prácticamente todo el rato llorando a pleno pulmón. Apgar
10/10, eso sí.
La placenta tenía que salir, así que decidimos cortar el cordón,
Josemi cogió a Alex que por fin dejó de llorar y yo me puse de cuclillas en el borde de la cama.
Vino una contracción, empujé y salió. La placenta sí cumplirá años el
día del padre.
Tuve un pequeño desgarro en un labio, 2 puntitos que no me han dado
nada de guerra.
Alex midió 51 centímetros y pesó 2'560 kg, efectivamente hago bebés
pequeños. Los primeros días expulsó cantidades industriales de meconio
y se quedó en 2'300, pero ya está recuperando peso.


Todo ha salido fenomenal, muchas gracias por hacer lo que hacéis.

Un besazo,
May, Josemi, Luna y Alex


Relato del embarazo y parto de Jeny, y el Nacimiento de Bruno


Esta historia comienza un 20 de Noviembre de 2010, día en que con toda probabilidad se juntaron 
dos células hasta el momento llamadas espermatozoide y óvulo y empezaron a trabajar juntas, 
multiplicando sin parar las células que formarían el embrión. En la semana 3 o 4 de gestación fue 
cuando descubrimos lo que estaba ocurriendo dentro de mi, fue una mañana de sábado, tenía 
que bajarme la regla ese mismo día pero cómo tenía algunos tests de embarazo en casa 
aproveché para hacerme uno, mientras me vestía, de reojo iba observando el test, no pensaba 
que fuese a aparecer la rayita...pero si lo hizo. Estaba embarazada!!!!!!!! Me fui corriendo a la 
habitación, dónde estaba durmiendo Simón y casi derramándole el bote con el pis encima, le di la 
feliz noticia. Nos costó varios días hacernos a la idea, aunque llevábamos ya unos 6 meses 
queriendo, cuando llega el momento...es difícil creérselo. 


A las 8 semanas de gestación se lo contamos a nuestras familias y ya, poco a poco, empezamos 
a ser más conscientes de lo que iba ocurriendo. 


El embarazo fue transcurriendo con absoluta normalidad, ni un mareo, ni un vómito, nada que 
indicase el minucioso trabajo que estaban llevando mis células (nuestras células...ya éramos dos!) 
dentro de mi. El aumento de peso fue el único síntoma de lo que estaba ocurriendo. 


En la semana 20, supimos el sexo, era un niño, que bien! Bruno. Ya teníamos nombre para él. Ya 
podíamos llamarle por su nombre. Empezó a ser más real y pasó a formar parte de una forma 
mucho más intensa a nuestras vidas, ya no era un feto, había pasado a la categoría de ser un 
bebé llamado Bruno, nuestro hijo :) 


Alrededor de la semana 21 de embarazo empecé a notar sus movimientos, durante días 
anteriores había dudado de si se trataba de Bruno, pero ya estaba más que claro, tenía mucho 
que decir y ya empezaba a comunicarse conmigo, su madre. Justo en ese momento empezó una 
relación más especial. Estamos acostumbrados a comunicarnos con los seres que queremos y 
tenemos la necesidad de hacerlo, quizás en ese momento fue cuando empecé, ya de verdad, a 
sentir amor y a querer al hijo que estaba gestando, ya habíamos establecido comunicación, lo que 
ya nos acompañaría a los dos durante el resto del embarazo. Se crea una relación muy especial, 
no estás sola nunca y si crees estarlo o te concentras mucho en algo ahí está él para hacerte 
saber que no estás sola, dando un toque como diciendo "eh! estoy aquí!". 


Unas semanas más tarde empezó la cuenta atrás, comprar cosas, pensar en los cambios que 
supondría la llegada de Bruno, organizar, pensar en cómo sería y pensar ya más seriamente en el 
parto. 


Este relato, aunque he querido resumir un poco la etapa del embarazo, es sobretodo para escribir 
sobre el parto, la experiencia más salvaje, intensa y amorosa que he tenido jamás. 


Antes de quedarme embarazada ya conocía la opción de parir en casa y me atraía mucho la idea, 
quizás en ese momento me atraía sobretodo por la idea de que fuese un parto especial. No me 
había informado bien sobre las ventajas/inconvenientes que ello suponía. 


Una vez me quedé embarazada empecé a informarme mejor sobre las opciones de parto que 
existían, y tuve claro desde un primer momento que, si todo se desarrollaba de forma normal, 
quería que Bruno naciese en casa, darle la bienvenida en nuestra intimidad, que nada nos 
intimidase y se complicase la cosa, me sentía relajada ante la idea de parir en casa y nerviosa si 
decidía ir a un hospital. Tenía muy claro cómo quería dar a luz, sin intervencionismos 
innecesarios, que nos dejaran nuestro tiempo, Bruno sabía, siendo tan pequeñito cómo tenía que 
nacer y mi cuerpo sabía perfectamente cómo ayudarle a nacer siempre y cuando nada ni nadie 
interrumpiese ese proceso. 
Le comenté la idea a Simón y él nunca dijo un no rotundo, pero le daba miedo esa idea. Nuestra 
sociedad y nuestra cultura siempre ha hablado del parto cómo algo doloroso, incluso peligroso y 
(hablando siempre de un embarazo que se ha desarrollado con total normalidad) no es así y yo lo 
sabía, sabía que mi cuerpo y Bruno conservábamos ese instinto animal el cual, desde los 
hospitales, intentan robarte, privarte de él, y crear desconfianza en nuestra fisiología. 



Tenía claro que sólo iba a querer parir en casa si Simón se sentía seguro también con esta 
opción, ya que, uno de los motivos principales era estar en un ambiente relajado y disfrutar al 
máximo de ese momento y, claro, si él no compartía conmigo ese deseo no íbamos a conseguir la 
relajación necesaria. Por ese motivo, llegamos a un término intermedio, acudir a una clínica en la 
que se respeta el parto natural, en un ambiente lo más parecido al hogar, pero con todos los 
avances médicos necesarios en caso de urgencia. Lo descartamos al momento que nos 
informamos, era excesivamente caro y más tarde me enteraría que no era tan "natural" cómo se 
vendía, se respetaba el derecho de parir de la madre, pero no el derecho de nacer del bebé. 
Seguía teniendo claro que la forma en que quería que naciese mi hijo era respetando nuestros 
derechos, los de ambos, a tener un parto natural sin intervenciones innecesarias y en un ambiente 
conocido por ambos, lo que nos daría seguridad, calidez y una bienvenida tranquila. 


Más tarde, ya por la semana 22 del embarazo, le dije a Simón que tenía claro que quería un parto 
en casa y que si él no se sentía seguro lo entendía pero quería que se informase de la misma 
forma que me había informado yo. Le pasé artículos para leer, vimos vídeos de partos en 
hospitales y en casa y ambos estuvimos de acuerdo en cuestión de días, queríamos vivir esa 
experiencia en la más absoluta intimidad. 


De esta forma contactamos con Génesis, una asociación que asiste partos domiciliarios, pero 
cómo Bruno había decidido que su momento de llegada era en Agosto todas las matronas 
estaban o de vacaciones o ya ocupadas para otros partos. Nos pusieron en contacto con "En la 
décima Luna", grupo de matronas formado por Juanjo, Graciela y María. Concertamos una cita 
con ellos y si ya lo teníamos claro, nos quedó todavía mucho más claro, si nada se complicaba, 
Bruno iba a nacer en casa, asistido por Juanjo y Graciela (María estaba de vacaciones en la fecha 
prevista de parto). 


Asistimos al curso de preparto que organizan desde "En la décima luna", lo que nos dio otra 
inyección de positivismo ante el hecho de parir, ya no sólo en casa, el hecho de parir en cualquier 
lugar. Durante todo este tiempo yo estuve leyendo libros sobre la fisiología del parto, las 
sensaciones del parto, etc. y no sé como ni porqué, ante una situación tan nueva para mi, estaba 
totalmente tranquila, deseando que llegase el momento, no le tenía miedo en absoluto, quería 
sentirlo, notar cómo Bruno entre un mar de sensaciones intensas iba haciendo su camino para 
nacer. No quería en absoluto que nada ni nadie me privase de esas sensaciones, vitales, desde 
mi punto de vista, para que durante el postparto todo transcurra de forma más normalizada, dejar 
fluir a las hormonas tal y cómo el cuerpo ha diseñado que fluyan, dejar que en esos primeros 
momentos me enamorase de mi hijo, que un hecho tan vital para él, cómo es nacer, fuese lo 
menos traumático posible. Esa forma de pensar sobre el parto, estoy convencida que me ayudó 
muchísimo el día en que Bruno decidió nacer y también durante el posparto, la lactancia, etc. Será 
una decisión que habrá dejado huella en él y será un pilar sobre el que se conformará su 
personalidad. 


En la semana 37, me visitaron Graciela y María (Juanjo estaba de vacaciones), comprobaron que 
todo marchaba bien, se familiarizaron con la casa y nos dieron la oportunidad de seguir 
conociéndolas, lo que iba a ayudarme en el día del parto, para dejarme llevar, dejarme en sus 
manos, tenía confianza plena en que cuidarían de mi y de Bruno durante todo el proceso, por lo 
que yo podía abandonarme a las sensaciones y emociones que las hormonas me dictaban 
durante el parto. Esa semana entraron en guardia. Bruno ya podía nacer en cualquier momento y 
podría ser atendido en casa sin problemas. 
Al final, decidió esperarse dos semanas más, y cuando ya estaba en la semana 39 y 4 días, el 10 
de Agosto de 2011, a las 6:30 de la mañana me desperté con la sensación de estar haciéndome 
pis y no poder pararlo...estaba claro...acababa de romper aguas. Al contrario de lo esperado no 
me puse nerviosa, lo viví con absoluta normalidad e incluso puede que tuviese la sensación de 
que todavía no era el momento, después de tanto tiempo esperando el momento no me podía 
creer que había llegado!!! En ese momento pensé que todavía no tenía contracciones, ahora, creo 
que quizás ya empezaba a tenerlas, era una sensación en los lumbares suave pero lo confundí 
con los dolores de espalda que tenía en los últimos días de embarazo al despertar por la mañana, 



a día de hoy todavía no estoy segura si ya eran contracciones o si por el contrario era esa 
molestia matutina. 


El caso es que Simón y yo, cómo no tenía contracciones y el parto podía ser ese mismo día o al 
cabo de 3 días, decidimos que él fuese a trabajar. Llamé a Graciela a las 7:30h para avisarla de lo 
que estaba ocurriendo y también estuvo de acuerdo en la decisión que habíamos tomado de que 
Simón iría a trabajar. No pude volver a dormirme...tenía muchísimo hambre!! Así que a las 7:30h 
me levanté y me fui directa a desayunar. Graciela me había dicho que se pasaría sobre las 10h 
para ver cómo iba todo, pero que por las sensaciones que le estaba diciendo que tenía todavía 
estaba en preparto, es decir, menos de 4cm de dilatación. 


Después de desayunar estaba bastante activa y me puse a recoger la cocina, cuando ya estaba 
recogiendo la cocina ya si que tenía contracciones y ya las identificaba como tal. Estaba 
recogiendo y cuando me venía una contracción cogía aire, me apoyaba en la encimera y 
empezaba a moverme dibujando ochos con la cadera. Empecé a calcular cada cuanto las tenía ya 
que me las notaba muy seguidas, y ya eran cada 3-4 minutos. Serían las 8 y pico de la mañana. 
Se sobrellevaban muy bien, eran suaves, y seguían siendo pequeños latigazos en la zona de los 
riñones. Llamé a Graciela para decírselo y me dijo que si seguía siendo en los riñones no me 
preocupase que era preparto y que todavía no hacía falta que fuese mirando los minutos. Iba 
informando de todo a través del chat a Simón. Yo seguía muy tranquila y las contracciones me 
estaban resultando muy llevaderas, no era ni de lejos tan intenso cómo mis reglas, así que estaba 
incluso disfrutando esos momentos. 


A las 10h vino Graciela, ya estaba teniendo contracciones más intensas y seguían siendo 
regulares cada 3-4 minutos. Aún así, me dijo que todavía era preparto por como me veía, que me 
podía hacer un tacto si quería pero que si lo hacía y pasaban 12 horas sin parir tendría que ir a un 
hospital ya que subía el riesgo de infección al haber roto ya la bolsa. Decidimos entonces no hacer 
ningún tacto. Con ella había traído un regalito, en ese momento ya había tenido una contracción 
de las que te paralizan y había vomitado una vez (cosa que hay que decir le alegró mucho jeje), y 
me puso el "tenser" (creo recordar que es cómo se llama) consistía en un aparatito que daba 
pequeñas descargas eléctricas cuando venía la contracción, por lo que la sensación de pinchazo, 
latigazo de la contracción se veía algo suavizada. Graciela decidió ir a dar una vuelta, me dijo que 
volvería en una hora, así no iba a interrumpir la dilatación y me recomendó subir y bajar las 
escaleras de casa, lo que iba a ayudar en la dilatación. Cómo tenía todavía cosas para recoger 
por casa, subí y bajé varias veces, y a la media hora de haberse ido Graciela le dije a Simón que 
fuese viniendo, y también llamé a Graciela para decirle que fuese subiendo, que las contracciones 
paralizantes ya eran cada vez más a menudo y estaba sola, me preocupaba entrar en el planeta 
parto, estar sola en casa y no ser capaz de abrirle la puerta, en ese momento fue el momento en 
que me preocupé más, ya que las contracciones iban siendo bastante intensas y si eran las de 
preparto no me veia capaz de aguantar las de parto... 


Graciela vino y ya me vio con contracciones más intensas, volví a vomitar un par de veces más, y 
decidimos que era el momento de hacer un tacto. Avisé a David, que era la persona que iba a 
estar haciendo "guardia" en casa de Dani y Zaida por si había que coger el coche e ir al hospital. 
Cuando vino a por las llaves ya le tuvo que atender Graciela, yo estaba enmedio de una 
contracción. Eran casi las 11h de la mañana, Graciela me hizo el tacto y con los ojos abiertos 
como platos me dijo las palabras mágicas: ¡Pero si ya estás de 8 cm!!! En ese momento se me 
quitó el miedo de no aguantar la dilatación total, si eso eran las contracciones fuertes iba a poder 
aguantarlas!!! Graciela avisó a Juanjo, que tenía que venir desde la sierra y yo llamé a Simón en 
mi último momento de lucidez que tuve, ya que en cada contracción ya me metía en el planeta 
parto, para preguntarle por donde estaba. Estaba conduciendo y para no ponerle nervioso y poder 
provocar un accidente no le dije que ya estaba de 8 cm, ya se llevaría la sorpresa al llegar. 


Los "ohms" y "ahhsss" que acompañaban al baile de caderas en cada contracción ya empezaban 
a ser cada vez más intensos. 


Estábamos en el salón, subí arriba a darle a Graciela las toallas, aislante de cama, etc, para que 



fuese preparando todo. Graciela me propuso que me acomodase a cuatro patas apoyándome en 
el sofá, a los 20 minutos mi cuerpo estaba ya empujando. Pensábamos que no llegaría a tiempo 
Simón, yo ya estaba en el planeta parto, ida, sabiendo lo que ocurría en mi alrededor pero 
desconectada totalmente de lo que estaba ocurriendo, conectando con Bruno, guiándole en su 
camino. Oí que Simón llegaba, yo estaba apoyada a cuatro patas en el sofá con contracciones 
muy intensas cada pocos minutos y descansando entre contracción y contracción. Escuché que le 
preguntaba a Graciela como estaba la cosa y que Graciela le contestó: ya está dilatada del todo, 
está empujando!. 


A partir de ahí pude meterme todavía más en mi misma, ya estaba Simón ahí y, aunque Juanjo no 
había llegado, confiaba plenamente en Graciela y no me preocupaba demasiado si no llegaba a 
tiempo, todo iba bien y todo iba a ir bien y lo sabía. 


Fué todo tan rápido que no dio tiempo a subir la silla de partos ni la piscina de partos, no me 
importaba en ese momento ni pensaba en ello. 


En ese momento las contracciones eran muy fuertes, me oía gritar, el grito era muy animal, salía 
de dentro, me apoyaba estando a cuatro patas en la pelota de pilates, no estaba cómoda, 
agarraba el brazo de Simón en cada contracción, me aliviaba tener su brazo cerca para apretar. 
Hubo un momento en que Simón se fue (ahora sé que fue a montar la cámara para grabarlo) y le 
grité, ven aquí! no quería que me dejase sola, necesitaba tenerle cerca para poder agarrar su 
brazo. 


No sé si fue Graciela que me lo propuso o fui yo que lo decidí pero cambié de postura, estaba en 
cuclillas y Simón me ayudaba a sujetarme, de esta forma el parto empezó a avanzar bastante 
rápido, pero me estaba cansando, el esfuerzo de mantenerme en cuclillas en cada contracción y 
apretar me estaba haciendo polvo las piernas. Al cabo de un rato decidí volver a ponerme a cuatro 
patas y les pedí que me trajesen una esterilla para las rodillas, cómo no pude comunicarme bien 
fue gracioso, aún estando en planeta parto ver a Graciela y Simón buscando lo que quería sin 
entenderme, hasta que les grité, ahí, eso de ahí! Me la trajeron y estuve unas cuantas 
contracciones otra vez a cuatro patas, pero Bruno había decidido que quería nacer en cuclillas, se 
había plantado y Graciela me dijo que en esa postura no estaba avanzando y volví a ponerme en 
cuclillas. Después de cada contracción Graciela escuchaba el corazón de Bruno para asegurarse 
que todo estaba bien y que no estaba sufriendo, lo que daba más fuerzas para seguir adelante. 


Tenía mucha sed, todo el rato pedía agua, no sé que habría sido de estar en un hospital y no 
poder beber!!! en ese momento era lo que más deseaba, lo que me calmaba y me daba fuerzas 
para la próxima contracción. 


En uno de esos momentos, a las 13:30h, oí que llegaba Juanjo, el equipo estaba al completo ya y 
Bruno decidió desde ese momento que ya podía nacer y tanto él como yo íbamos a estar bien 
atendidos si surgía algún imprevisto final. Oí cómo Graciela cogía las llaves del coche para ir a 
buscar la silla de partos, era la postura que necesitaba, necesitaba un apoyo para no cansarme 
tanto. Me vino una contracción, empujé, Bruno asomó un poco la cabeza y Graciela soltó las 
llaves y decidió no irse. Juanjo se ofreció para ser mi silla de partos, la mejor silla de partos que 
podía tener! Con su respiración me regulaba mi respiración entre contracciones, me apretaba los 
muslos para ayudarme a relajar. A su vez, yo apretaba el brazo de Simón y el de Graciela en cada 
pujo, en ese momento ya no sentía las contracciones, sólo que tenía ganas de empujar, 
descansaba un poco y otra vez a empujar. Ese momento un montón de sensaciones diferentes 
estaban ocurriendo, una sensación muy intensa recorría todo mi cuerpo, sentía dolor, pero 
también placer, escozor, quemazón, calor, cosquilleo, todo a la vez, mezclado, una sensación 
nueva que soy incapaz de describir con una sola palabra. 


Me dijo Graciela, en uno de los descansos, que la cabezita ya estaba asomando, que le podía 
tocar, le toqué y estaba gelatinoso! y creo que lo comenté en alto. Estaba tan metida en mi mundo 
que en ese momento no sé si era del todo consciente de lo que estaba tocando. Me pusieron un 
espejo y oía cómo me animaban a ver cómo iba saliendo la cabeza, quería verlo, pero no era 



capaz de abrir los ojos, el pedo de las endorfinas no me dejaba conectar con lo que estaba 
ocurriendo abriendo los ojos. Oí que Graciela le comentaba a Simón: Yo creo que no quiere verlo. 
Y si, quería verlo, pero en otro momento, en ese momento estaba tan metida en mi misma que no 
podía. Oía cómo Simón y Graciela me decían todo el rato que lo estaba haciendo muy bien, eso 
me animaba, Simón me acariciaba y me daba besos entre contracciones, lo que también me 
ayudaba a coger fuerzas para la próxima. 


Llegó el famoso anillo de fuego, todas las sensaciones descritas anteriormente se multiplicaron 
por mil. Graciela me animaba a empujar y alargar los pujos, yo sabía que si lo hacía Bruno nacería 
más rápido, así que así lo hice, no sé si recuerdo bien, pero creo que fueron 3 pujos desde el 
"anillo de fuego" y ya salió, placer máximo al notar que salía su cabeza y en el segundo que 
estuvo de "descanso" en el cuello, volvió el escozor, el quemazón, Bruno no estaba dispuesto a 
hacer un descanso muy largo en el cuello, decidió que tenía que salir entero de una pieza, que ya 
tendría tiempo de descansar una vez fuera. Noté cómo se deslizaba entero entre mis piernas, 
placer máximo otra vez, la sensación final, al salir entero, fue placentera, muy sexual, orgásmica, 
en ese preciso momento no sentía nada parecido al dolor. Estaba totalmente ida, eufórica. 
Graciela le dió la bienvenida cogiéndole con sus manos y, enseguida, me lo dio a mi, le abracé, le 
miré a la cara, no me lo podía creer, eran las 14h y ya había nacido Bruno. Tardó un poquito en 
respirar por si sólo y, aunque, se me pasó un segundo por la cabeza a ver si estaba bien, sabía 
que lo estaba, el cordón seguía unido a la placenta, lo que le proveía de todo el oxígeno 
necesario, no había prisa en que respirase por sí solo. Lo hizo, abrió los ojos, y se quedó 
tranquilito, calmado. A los segundos decidió que era el momento de probar que tal sonaba su voz 
en un ambiente aéreo y nos deleitó con su primer llanto. 


Me ayudaron a acomodarme en el sofá, el cual ya estaba preparado con sábanas y toallas para 
protegerlo, Bruno seguía unido a mi a través del cordón, estaría así hasta que expulsase la 
placenta y le hubiese llegado toda la sangre. Le pusieron encima de mi pecho, desnudo, para que 
cuando estuviese preparado empezase a buscar el pezón y comenzase a alimentarse. Al cabo de 
unos 20 minutos y después de varios cabezazos buscando el pezón se enganchó, estuvo 
mamando un ratito y, debido a la secreción de oxitocina que ello provoca empezaron los 
entuertos, pequeñas contracciones que ayudarían a la expulsión de la placenta y a que el útero 
empezase a volver a su tamaño original. La placenta tardó casi media hora en salir, resbaló 
suavemente, sin dolor, sólo unas ligeras molestias parecidas a un pequeño dolor de regla. En ese 
momento Graciela le preguntó a Simón si quería cortar el cordón a lo que él accedió encantado, 
pusieron la pinza e hizo el corte. A partir de ese momento Bruno se hizo "independiente", ya no 
estábamos unidos físicamente y en cambio podía sentirle más cerca que nunca: notar el calor de 
su piel, su olor, etc... Luego Graciela y Juanjo inspeccionaron la placenta, estaba entera y todo 
estaba bien y me ofrecieron hacer un batido de fruta con un trocito, lo que me ayudaría a 
recuperar energía, accedí sin pensármelo, ya lo había pensado días antes y quería hacerlo. El 
batido estaba muy rico, sabía sólo a melón, aunque era un poco rojo. Me sentó genial, no sé si 
porque llevaba placenta o simplemente porque al ser un batido de fruta dulce me iba a sentar 
igual de bien. 


Luego vinieron los puntos, me había desgarrado un poco, y tuvieron que coserme, tumbada en el 
sofá, con Bruno encima, me dieron unos 6 puntos. 


Juanjo y Graciela se quedaron un rato con nosotros, unas horas, no sé cuantas, no era consciente 
del tiempo. Esperaron el tiempo justo para comprobar que todo marchaba bien, que Bruno se 
alimentaba correctamente, que yo hacía pis, que él hacia su primera caca, etc. 


Graciela y Juanjo nos dejaron unos momentos de intimidad, lo que se agradece, ya que así 
pudimos centrarnos en nuestra recién estrenada familia, los tres juntos, a solas por primera vez, 
estábamos en una nube, ahora, todo parece que hubiese sido un sueño. Me emocioné, cayeron 
algunas lágrimas, pero era tal el subidón de adrenalina que tenía que creo que sólo era 
consciente de lo que acababa de ocurrir en momentos puntuales. Simón le cogió en brazos por 
primera vez, parecía que lo hubiese hecho toda la vida. Creo que fue en ese momento que 
aprovecharon para ponerle un pañal y pesarle, mientras Juanjo me ayudaba a incorporarme para 
ir a hacer pis. 


Creo recordar que se fueron sobre las 5 o 6 de la tarde, Simón encendió el horno para meter unos 
canelones que había congelado días antes. Supieron a gloria!! Que ricos estaban. Ya estábamos 
solos, con nuestro recién llegado cachorro. 


Durante la siguiente semana Graciela nos hizo varias visitas, 3 concretamente, para asegurarse 
de que todo transcurría con normalidad e ir haciendo los diferentes controles a Bruno: prueba de 
talón, pesar, etc.